9 de noviembre de 2011

Viaje al Languedoc, tierra de herejía cátara, y recuerdo de Antonio Machado

Viaje al Languedoc-Rosellón, un recorrido lleno de historia, bellos paisajes, curiosas leyendas y rincones sorprendentes que comienza en Colliure, el destino final del poeta en su exilio de España.

El maravilloso claustro y torre de Fontfroide.
 (Foto: Mati Zamorano)
Entre los siglos X y XIII floreció en la región del Languedoc francés el catarismo, una interpretación -declarada herética por Roma- del cristianismo. De aquellas comunidades de bonhomes -hombres buenos-, todas ellas arrasadas antes o después por las huestes fieles al Papado y a la corona francesa, han quedado muchas leyendas, narraciones, personajes, héroes y villanos y, especialmente, un área geográfica de una belleza indudable. Tierra de viñedos y mieses, surcada por numerosos ríos, que con la presencia de las “montañas negras” y los encantadores pueblos y aldeas que habitaron aquellas gentes, constituye un destino lleno de agradables sorpresas para el viajero.

El recorrido comienza al cruzar la frontera española por el paso de Portbou. Este enclave ferroviario que tantas historias podría contar de los últimos días de la guerra civil española es el punto de partida para un viaje por las tierras del Aude. Una vez atravesada la línea fronteriza, cuyos puestos están siendo desmantelados actualmente tras años de inactividad, seguimos la carretera de la costa que nos ofrece unas hermosas vistas de las calas que festonean la orilla.

La primera parada será el pueblo que escogió Antonio Machado para su exilio y que no pudo dejar de ser un consuelo para el poeta, quien lejos de España tenía la belleza de los parajes de Colliure para recrear su espíritu. Allí disfrutamos de la rada en la que sumerge sus cimientos la Iglesia de Notre Dame des Anges, y frente a la que se encuentra la imponente Fortaleza Templaria.


Colliure
El pequeño puerto pesquero, bordeado de casas de colores y con las terrazas frente al mar es un lugar ideal para una pequeña pausa. Visita obligada para amantes del poeta es el cementerio en el que se halla su tumba.
En camino hacia Perpignan nos desviamos para visitar Elne, que fue capital eclesiástica del Rosellón durante 500 años, y su magnifica catedral románica.

El claustro de la misma, con sus columnas de mármol blanco labradas con exquisitez es una autentica joya.
Perpignan es la capital del departamento de Pirineos Orientales, y de la región de Languedoc-Rosellón. Perteneció al Condado de Barcelona hasta el siglo XVII lo que explica que entre sus numerosos monumentos se encuentre el Castillo de los Reyes de Mallorca.

En la “calle de los arqueros”, sobre un promontorio que domina la ciudad, se encuentra este magnifico edificio del siglo XIII, mandado levantar por Jaime II, y que fue muestra del poderío económico de la ciudad. De esta época data, igualmente, el edificio de la Llotja del Mar, con una bella fachada gótica, y en la que desde mediados del XIX se encuentra el Café de FranÇa. Obra de los reyes de Mallorca es también la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, del siglo XIII, que hoy alberga la Casa del Patrimonio Catalán.

Perpignan y más "hambre de piedras"
Un edificio característico de Perpignan es el Castellet. Fue la puerta principal de la muralla de la ciudad y hoy en día es su emblema oficial. Data de la época en que la ciudad era aragonesa y esta construido en ladrillo y mármol. La otra puerta de la muralla que ha llegado hasta nosotros es la de Notre Dame de Paris.

En la “calle Amiral Ribeill” y a la sombra de la catedral de Saint Jean Baptiste, del siglo XIV y estilo gótico meridional, que nos sorprende por sus dimensiones, no se debe dejar de visitar el Campo Santo, o claustro cementerio de Saint Jean. Podremos admirar allí sus columnas labradas y, en el interior de la capilla, la fusión de arquitectura gótica con los coloridos vitrales de la artista contemporánea Shirley Jaffe.

Recorriendo las calles céntricas de la ciudad, con sus numerosos comercios y terrazas llegaremos al nº 8 de la “calle main de fer”, a la casa Xanxo. Esta, construida en el siglo XIV fue la vivienda de un rico comerciante de la ciudad: Bernat Xanxo. Es destacable la ornamentación esculpida de la fachada, en la que podemos encontrar los siete pecados capitales y el infierno. Y, desde luego, no podemos dejar de visitar su jardín.

Si todavía tenemos “hambre de piedras” podemos visitar alguna de las numerosas iglesias y conventos de la ciudad, algunos de ellos hoy albergan salas de exposiciones: el convento de las mínimas, la iglesia de los dominicos, la iglesia de Notre Dame la Real, o la iglesia de Saint Jacques desde donde sale la procesión de la sanch el viernes santo (manteniendo una tradición que se remonta al siglo XV). Y a pocos kilómetros de Perpignan podemos visitar el Fort de Serrat d´en Vaquer, un recinto militar del siglo XVIII, y el Acueducto de les Arcades del siglo XIV.


Recorriendo esta región de Francia hay algo que no podemos dejar de visitar: el Canal du Midi. Este canal artificial mandado construir por el rey Sol, Luis XIV, a mediados del siglo XVII, une Toulouse con el Mediterráneo, en un recorrido de 250 kms. Se inauguró en 1681, tras más de 15 años de obras y recibió el nombre de Canal Real del Languedoc, su nombre actual le fue dado tras la Revolución Francesa. A lo largo de su recorrido encontramos 63 esclusas, 126 puentes y 6 presas. Y hay mas de 50.000 árboles, mayoritariamente plátanos, plantados en sus dos orillas.

Si bien el motivo de su construcción era facilitar el transporte de mercancías entre las costas atlántica y mediterránea, y cumplió con este objetivo superando los cambios económicos y sociales que se produjeron a lo largo de su historia , hoy en día toda su utilidad es turística, tanto en cruceros entre poblaciones como facilitando la navegación de barcos privados que pueden así cruzar Francia desde Burdeos a Sete.


Vistas del canal
Hay numerosos puertos fluviales desde donde podremos salir en un crucero de unas horas: Homps, Castelnaudary, Bram, Adge… y disfrutar de estupendos bistrots de ambiente marinero y buena cocina regional.
A lo largo y ancho del Languedoc existen numerosas abadías y monasterios que dan fe de su larga historia y temprana ocupación. Entre ellos hay algunos que destacan especialmente.

En la Abadia de Caunes, en el Minervois, a escasos 20 kms de Carcasonne, podemos visitar un emblemático enclave dentro del Pais Cátaro. Esta abadía benedictina fundada en el siglo VIII, de estilo románico, estuvo bajo la autoridad de los condes de Barcelona y mas tarde de la familia Trencavel hasta el siglo XII, y en ella fue quemado el obispo cátaro Pierre Isarn en 1227.

En Caunes, además de disfrutar de un paseo por sus estrechas calles y umbrías plazas podemos visitar la Cantera del Rey, de la que se extrajo el mármol rojo que se puede ver en el Trianon de Versalles y en la Ópera de Paris. Muy cerca de aqui se encuentra la ermita de Notre Dame du Cross, donde mana un manantial con afamadas cualidades milagrosas.



En Saint Hilaire, a escasos 10 kms de Limoux, se fundó allá por el siglo VIII la Abadía de Saint Sernin que años después pasó a su actual denominación. En esta abadía benedictina, haciendo honor a su regla – bastante mas relajada que la cisterciense- fúe donde un monje empezó a producir lo que se llama “blanquette de limoux” y que cien años después Dom Perignon, tras una corta estancia en Saint Hilaire, copiaría y llevaría a su región natal, Champagne.

Con la represión de la herejía cátara los monjes, acusados de herejes, fueron despojados de gran parte de sus bienes. La Guerra de los 100 años y la Revolución no ayudaron a la abadía que finalmente fue puesta en venta.

En Limoux podemos visitar Notre Dame de Marceille, de estilo gótico languedociano y decorada, en su interior, al estilo occitano. Esta iglesia, de origen celta es citada por Fulcanelli en su obra Las moradas filosofales como un punto iniciático, y es lugar de culto de una virgen negra.

Sin salir de esta zona, en Rieux podemos ver su peculiar iglesia heptagonal. En ella toda la arquitectura esta basada en el numero 7 y sus múltiplos, lo que le da un marcado carácter esotérico y simbólico a su construcción. La autoria de esta obra maestra, con planta redonda inscrita en un heptágono, ha sido adjudicada al Maestro de Cabestany. La iglesia de Sainte Marie sería pues la prueba de que el anónimo maestro no sólo era un magnifico escultor si no también un gran maestro de obra.

En esta relación no podemos dejar fuera la Abadía de Fontfroide. Este enclave cisterciense, de regla rígida y de ortodoxia católica, fue de donde salieron los monjes que fundaron el Monasterio de Poblet tras la invitación cursada por el Conde de Barcelona, y que fue lugar de entierro de los reyes de Aragón.



Fontfroide
Fontfroide fue una importante abadía, que se posicionó frontalmente contra la herejía cátara y que bajo la protección de la vizcondesa Ermengarda de Narbonne tuvo una época dorada de crecimiento y expansión y fue uno de los focos espirituales del Languedoc. Buena prueba de su importancia la da su imponente tamaño. Su intensa historia y posterior declive tuvo un punto de inflexión en la compra, en 1908, de la abadía por parte de Gustave Fayet y su esposa.

Los acaudalados propietarios de viñedos no sólo restauraron los edificios y los terrenos de cultivo, sino que convirtieron Fontfroide en un importante centro artístico al recibir allí a amigos y protegidos de la talla de Odilon Redon, Aristide Maillol, o Maurice Ravel. El talento artístico de Fayet quedó plasmado en el conjunto arquitectónico y en el paisajismo exterior, manteniendo con una exquisita sensibilidad el carácter sobrio y austero del monasterio cisterciense, que ya había sido declarado monumento histórico gracias a Viollet-le-Duc en 1834, en armónica mezcla con el confort y la estética de inicios del siglo XX.

En este proceso llegó incluso a crear una fábrica de vidrio – Verreries des Sablons- a fin de poder restaurar los vitrales de la iglesia. El contraste, entre la majestuosidad y pureza de líneas de la iglesia cisterciense y las hermosas vidrieras inspiradas por el Art Decó, es magnífico. La propiedad sigue en manos de la familia Fayet, y en ella se realizan numerosos actos culturales a lo largo del año.

A poca distancia de Fontfroide encontramos otra abadía que no se debe dejar de ver, Sainte Marie de Orbieu, en Lagrasse. De regla benedictina, fue fundada en el siglo VIII y entre sus leyendas hay una, la de Philomena, que habla de su fundación por Carlomagno y su consagración milagrosa por Cristo. Esta imponente masa arquitectónica fue dividida en dos tras la Revolución Francesa, y así sigue hoy en día: una parte del conjunto pertenece a los Canónigos regulares de la Mere de Dieu y la otra al Consejo General del Aude.

Y aquí finalizamos el primer tramo de un romántico viaje por el Languedoc-Rosellón, un recorrido lleno de historia, arte, bellos paisajes y rincones sorprendentes.


Vidrieras inspiradas por el Art Decó
El paso de Dom Perignon
Un Canal muy singular