15 de abril de 2011

JESUS LOZANO SAORIN dió una charla en Sala de A.A.Alicantinos.

Noventa personas acudieron esta noche a nuestra Sala, para asistir a la Charla-Demostración de JESUS LOZANO SAORIN, por la que había gran expectación, especialmente entre los acuarelista. Y el maestro no defraudó. Las casi dos horas se nos hicieron cortas. Hoy hemos descubierto el lado más humano y entrañable, de un gran artista y una gran persona. Su recorrido sentimental por las viejas fotografías que proyectó y sus comentarios llenos de inteligencia y fino humor, nos deleitaron y nos pegaron a las sillas pese a la inusual duración de la charla. Luego nos mostró, paso a paso por medio de secuencias fotográficas, el proceso de elaboración de alguna de sus obras. Y se confirmó aquello que alguien dijo: “el genio es una larga paciencia”, y yo añado: trabajo, inteligencia y dotes innatas, porque si alguien no lo sabía, ahora sabe que Saorin es un extraordinario dibujante, y que antes de ser el “monje” de la acuarela, también supo pasar por el óleo y realizar obras experimentales llenas de originalidad.
Luego se fue a la acuarela, y en ella ha creado estilo propio. Lo dijo quien ha estudiado bien su obra: el Coordinador de Talleres, Carlos Bermejo, que hizo esta semblanza personal y artística del maestro Saorin:

SAORIN Y EL SAORINISMO
En Noviembre del pasado año, y con motivo de la inauguración en la Lonja del Pescado de su exposición “DECADENCIAS”, nuestro Presidente constató con Jesús Lozano Saorin y puesto a pedir, le pidió al maestro que viniera a la Asociación,- de la que había sido socio durante muchos años-, a darle una “clase magistral” a sus antiguos colegas. Saorin aceptó pero posponiéndola para cuando saliera del compromiso de los dos meses de la exposición que entonces se inauguraba y la siguiente que se iba a celebrar en Murcia entre los meses de Febrero y Abril del presente año.
Con esa promesa en la cartera, el Presidente me pasó los trastos, para que como coordinador de talleres me pusiera al habla con Saorin, para concretar el cuándo y el que. Lo hice sin problemas, pues Jesús es un buen amigo mío desde hace mucho tiempo, y además nos une el ser natural de Jumilla el, y yo de Molina de Segura: es decir la patria chica murciana de la que ambos salimos hace muchos años, para recorrer una vida profesional muy similar, que con el paso del tiempo ha desembocado en la pintura, en la que él siempre me llevó la delantera y en la que hoy es un ser galáctico proveniente de la galaxia de la que proceden los ungidos para renovar, que no romper, lo que otros hicieron antes. Pero de esto hablare algo después.
Jesús me atendió como siempre: muy bien y con la elegancia del que sabe promocionarse, pero con la modestia socrática del que dice “solo sé que no se nada”, pero aun así se siente firme en sus convicciones. Me dijo que estaba terminando una obra y que en cuanto la terminara, vendría a presentarla como primicia en la Asociación, pero que de clase magistral nada, pues no quería pecar de inmodestia arrogándose el título de maestro. Yo le dije que teniendo en cuenta lo que aquí entendemos por “clase magistral” en la que el maestro pinta un cuadro ante los presentes y va explicando los secretos de su técnica, lo veia imposible dado lo que todos sabemos de lo arduo y laborioso de la realización de sus obras, en las que suele invertir meses y puede que hasta años. Que se iba a tratar de una “charla demostración” en la que él podía mostrarnos algún cuadro y hablarnos y responder a las preguntas que el público y yo como coordinador le fuéramos haciendo. Que sería algo así como el “MIRAR UN CUADRO” en el que yo presento a alguno de nuestros asociados. Le pareció bien la idea y fue entonces cuando me dijo lo de traer el cuadro que estaba terminando y una serie de fotografías que había tomado durante el proceso de su elaboración y que podrían servir como forma gráfica de explicación. Así quedamos y hoy terminado ese cuadro, tenemos con nosotros al maestro Saorin. Maestría que le reconocemos sin más ambages y que nadie, ni el mismo, puede esconder tras una falsa modestia, pues como dijo alguien “por sus obras los conoceréis” y por Saorin sus obras nos dicen tanto que uno se queda asombrado del prodigio de su minuciosa técnica y recuerda la frase de Miguel Ángel: “la perfección no es cosa pequeña, pero está hecha de pequeñas cosas”. Las pequeñas cosas a las que Saorin engrandece por medio de su arte y les da el vivificador soplo del creador que las saca del su escondida insignificancia y las hace protagonistas: los trasteros donde se amontona los inútiles y viejos cachivaches que algún día fueron útiles para sus dueños, y por ello se resisten a tirar al vertedero porque siguen teniendo un valor sentimental que se pierde en el tiempo y los dejan enmohecen en un rincón, mientras los va invadiendo una selva de telarañas; las viejas alacenas en las que se amontonan aquellas botellas vacías que un día contuvieron diversos líquidos con los que se aplacó la sed, se levantaron ánimos decaídos, o contuvieron insecticidas para enfrentarse a las plagas, y que ahora están cubiertas de un manto de nieve-polvo que oculta la etiqueta de su identidad; las viejas hoces –corvillas le llaman los huertanos de nuestra tierra- que se oxidan sin la sabia de las buenas o malas hierbas que antaño las revitalizaba al segarlas, y en fin, todas aquellas cosas que auxiliaron al hombre en su quehacer cotidiano y han ido muriendo, hasta que Saorin las ha resucitado para llevarlas a la gloria del Arte donde vivirán por los siglos de los siglos.
A mí, que en ciertas épocas de fiebre creativa compulsiva he sido pintor de un cuadro y hasta dos al día, me asombra la paciencia monacal de Saorin elaborando en el silencio de su estudio esos nuevos códices miniados que son sus acuarelas, en las que el espectador no avezado tiene el riesgo de admirar más la técnica artística del amanuense, que el significado ideológico de lo que hay escrito.
Sin embargo, el monje Saorin no es el fiel copista del códice –en este caso de la fotografía- que se limita a copiar sin comprender lo que ve, sino que en cada brizna de hierba, en cada mota de polvo, en cada grieta de la pared, ve y con su arte nos hace ver lo que hay más allá de la realidad visible: quizá ese Dios que Santa Teresa decía que estaba entre los cacharros de la cocina, y que ni la mejor fotografía sería capaz de ver, y que Saorin ve.
Porque hay que decirlo ya: Saorin no es un acuarelista al uso que deja correr el agua en libertad, él la utiliza más para beber que para trasportar los pigmentos, pero la poca que utiliza la lleva bien canalizada para que no se desborde por ningún sitio. En esto tiene algo en común con la acuarela inglesa decimonónica, pero solo en eso. Tampoco es un hiperrealista a lo Antonio López, ni un realista mágico al estilo de Eduardo Naranjo, ni hace realismos edulcorado al estilo de la monja pintora. Saorin es otra cosa a la que es muy difícil encasillar en los ismos al uso, por tanto se puede decir y yo lo digo, que Saorin, quizá sin proponérselo, ha encontrado un estilo propio como fruto de su larga búsqueda de la perfección. Picasso, decía “yo no busco, encuentro” y puede que fuera verdad, pero Saorin, que viene buscando desde los doce años ha encontrado, y su hallazgo, que a mi entender, tiene mucho del ascetismo y la espiritualidad de los místicos españoles del XVI, aun esta sin bautizar. Yo, en la ignorancia del que no sabe que no sabe nada, me atrevo a bautizar con el nombre de SAORINISMO, al estilo único e inconfundible de la pintura en la técnica de la acuarela que hace JESUS LOZANO SAORIN, que ya tiene hasta sus imitadores o discípulos como hemos podido comprobar en algunas obras exhibidas en esta sala.
Después de lo dicho sobre la pintura de Saorin, sería ahora el momento de hablar sobre lo que ha logrado con ella en el laberintico y competitivo mundo de los premios, los concursos y las exposiciones oficiales. No lo voy a hacer porque sabéis que no me gusta recitar esas guías telefónicas de títulos, siglas y números, con las que los artistas de reconocido prestigio suelen adornar sus catálogos y que nadie lee. Basta con decir que el maestro Saorin, ha expuesto en las más importantes instituciones públicas y privadas de España y en muchas del extranjero; tienen obra suya esas instituciones y diversos museo; figura en numerosas publicaciones y diccionarios artísticos y ha recibido, premios y recompensas que van a la de ser reconocido como “profeta en su tierra” de Jumilla, a la de ganar el Premio Extraordinario “Reina Sofía” en el LXXIII Salón de Otoño en Madrid.
Sin embargo y como hago siempre con los artistas que presento, me gusta saber, como decía la canción de Perales: ¿Y cómo es él? ¿Y a que dedica el tiempo libre?
Jesús Lozano es Saorin y Saorin es Jesús Lozano. Por eso su pintura y él son en lo físico y aparentar, limpios, minuciosos en la presentación y tiene excelente imagen. Saorin se presenta siempre impecablemente vestido, bien peinado y afeitado y cuida su imagen como un artista de cine. Luce bigote al estilo de los galanes del Hollywood de otros tiempos, y tiene los modales de un loor inglés.
En lo temperamental, es nervioso como un pura sangre y tiembla a la hora de exponerse al escrutinio público, pero se sobrepone y esconde su timidez, al igual que al pintar logra apaciguarse para que no le tiemble el pulso.
En contra de lo que pudiera pensarse por su apariencia y por lo que es en el Arte, no es ni ególatra ni presumido, aunque como Calderón decía en sus versos sobre el buen militar español, lo veremos: “tratando de ser lo más/ y de aparentar lo menos”, si bien y teniendo en cuenta su prestigio y profesionalidad, sabe que debe promocionarse y figurar para no enclaustrarse del todo, como lo está cuando se encierra en sus estudio para enfrentarse durante muchas horas al día con la acuarela-códice que tiene entre manos.
En el trato con los demás, es educado y correcto y atiende y se entiende bien con todo el que se dirija a él. Es en suma, una buena persona de gran corazón, amigo de sus amigos, como a partir de hoy lo será de todos los que estáis aquí para ver su nueva obra y escucharle lo que tenga que decir de ella y lo que tengáis a bien preguntarle.
Muchas gracias”
También se mostró esplendido pues regaló para ser sorteadas entre los asistentes, doce litografías firmadas de algunas de sus obras. Y a tal señor tal honor: la Asociación y en su nombre, nuestro Presidente Juan Antonio Poblador, le entregó la Placa de Reconocimiento, que se le suele entregar a los artistas y personalidades que colaboran con la Asociación.
Lo dicho: una noche para recordar, pues conocimos más a nuestro colega Saorin.

Carlos Bermejo
Alicante, 14 de Abril de 2011